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“Jet Set y la normalización del riesgo: Una falla del Estado”

Por Alberto Quezada

La tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set representa mucho más que un evento lamentable en la vida nocturna de una ciudad. Es el reflejo de una serie de fallas estructurales que involucran a múltiples actores: empresarios irresponsables, autoridades permisivas, y una sociedad que ha aprendido a convivir con el riesgo como parte de lo cotidiano. Este análisis busca examinar los factores que hicieron posible esta tragedia, las responsabilidades compartidas, y las implicancias sociales de un modelo que sigue sacrificando vidas por negligencia.


1. Un entorno de informalidad y desregulación

La existencia de establecimientos como Jet Set dentro de un marco de control laxo no es una excepción, sino una norma preocupante en muchos contextos urbanos. A pesar de que las regulaciones existen, su cumplimiento suele ser simbólico o sujeto a prácticas de corrupción. En este caso, se evidenció la ausencia de protocolos básicos de seguridad: salidas de emergencia bloqueadas, sobrecupo, sistemas contra incendios deficientes.

Esto revela una cultura institucional en la que las inspecciones se realizan de manera superficial o, en muchos casos, ni siquiera se realizan. Las autoridades que deberían velar por la seguridad pública muchas veces priorizan relaciones económicas o políticas sobre su deber legal.


2. Responsabilidad compartida: más allá del empresario

Si bien el enfoque inicial tiende a recaer en los propietarios del local, es fundamental ampliar la mirada hacia los entes reguladores y las instancias gubernamentales responsables de habilitaciones, fiscalización y control. El funcionamiento prolongado de espacios como Jet Set solo es posible si existe una cadena de omisiones.

Este tipo de tragedias no ocurre de forma repentina: son el resultado de una negligencia acumulada. La falta de consecuencias ante violaciones anteriores genera una peligrosa sensación de impunidad que se perpetúa en el tiempo.


3. La juventud como víctima recurrente

Las víctimas de tragedias como la de Jet Set suelen ser jóvenes que buscan esparcimiento en contextos que no ofrecen alternativas seguras y accesibles. La falta de políticas públicas orientadas a crear espacios de recreación saludables y regulados empuja a muchos a consumir la noche en lugares que operan bajo condiciones mínimas.

Esta realidad refleja una desvalorización sistemática de la vida juvenil, vista muchas veces como desechable o marginal. La ausencia de una infraestructura cultural y recreativa segura es un factor indirecto, pero decisivo, en este tipo de hechos.


4. El riesgo como parte de la normalidad

Uno de los aspectos más alarmantes de este fenómeno es la normalización del riesgo. Muchos asistentes a estos espacios son conscientes de las condiciones precarias, pero el hábito, la falta de opciones y una percepción social de que “nunca pasa nada” generan un comportamiento colectivo que ignora el peligro.

Esta tolerancia al riesgo se construye en la repetición de escenarios inseguros que rara vez terminan en tragedia, hasta que lo hacen. Es entonces cuando se expone la fragilidad de un sistema que solo reacciona cuando es demasiado tarde.


5. ¿Y ahora qué?

La tragedia de Jet Set debe ser una advertencia clara y definitiva. No basta con clausurar el local o emitir comunicados de condolencias. Se requiere una revisión profunda de los sistemas de regulación, fiscalización y sanción. Es necesario que los responsables, tanto directos como indirectos, enfrenten consecuencias reales.

Más allá de las acciones inmediatas, se impone un debate estructural sobre cómo concebimos el ocio, la seguridad y el derecho a la recreación en contextos urbanos. La justicia para las víctimas no solo se construye con juicios y sanciones, sino con reformas que impidan que lo ocurrido vuelva a repetirse.

Porque si algo quedó claro con esta tragedia es que no fue una casualidad, sino el resultado de un modelo que, por acción u omisión, eligió ignorar los signos del desastre.

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